A mi clase del instituto y de la Universidad iba un chico al que le gustaba escribir. En la Universidad escribía poemas satíricos. En esos poemas ridiculizaba a algunos compañeros esperpénticos, simplemente los describía y todos sabíamos de quien hablaba. Sus poemas los colgaba en los tablones de anuncios y nunca los firmaba, eran anónimos, aunque todos sabíamos que los escribía él. Un día cogí uno de sus poemas y le dije que me lo dedicara. Él se negó y unas semanas más tarde me dio un sobre y me dijo que lo abriera cuando estuviera en casa. Cuando llegue a casa y abrí el sobre, me encontré con un cuadernillo que el había hecho, las hojas eran amarillas y azules y había escrito un poema a mano. Todavía lo guardo como un bonito recuerdo. Os dejo con el poema :
Todos los nombres, ¿Nunca te has preguntado por qué te llamas así?
Podrías haberte llamado Azucena,
o llevar el nombre de la rosa;
podría ser tu nombre Violeta,
o el de otra flor cualquiera.
Por qué no es así, nadie lo sabe.
Yo sí: me lo han explicado las musas;
y me han dado mil excusas
para que te ensalce y te alabe.
Aquel día en que habían de alumbrarte,
acudieron a contemplarte
ángeles del cielo y de todas partes.
Con su presencia quisieron honrarte.
Besaron uno a uno tu aureola
y el suelo, al ver a tu hermanita;
alabaron al Creador por no crear sola
una criatura tan bonita.
Les embriagó lo profundo de tus ojos
y la frescura en tu sonrisa.
Pensaron que eras un antojo
del cielo, o la hija de la brisa.
Preguntaron a los mortales
cuál podría ser tu nombre,
y no halló en los mundanos umbrales
uno apropiado ningún hombre:
ningún nombre se encontró digno
para ser la imagen de tu signo.
Quiso más de un ángel darte el suyo
para poder presumir, orgulloso,
de tener algo tuyo;
mas ninguno era tan hermoso.
Ninguno era tan bello
para uno solo de tus cabellos.
Y sugirió Dios el nombre que encierra
a todos los que alzan el vuelo:
tú, Ángeles, llevarías en la Tierra
todos, todos los que hay en el Cielo.
Para esa chica tan simpática que circula por la facultad. Gracias por sonreir en el autobús y en los pasillos. Sé que te resultaría muy fácil estudiar las Sagradas Escrituras: tu nombre te lo dio el ágil Señor de las alturas. Con mucho cariño de tu amigo y colega de carrera.