lunes, 24 de marzo de 2008

Niños y niñas

Cuando tenía siete años había una niña en mi clase que escribía mejor que los demás. Ella escribía con la letra perfecta. Era una niña muy introvertida y tímida. Sus padres le hacían regalos por sacar buenas notas. Yo eso lo admiraba, pensaba en el día en que a mí también me harían un regalo por mis notas. Pero en el fondo de mi sabía que esas cosas no pasaban en mi família. Mi madre me enseñó que esforzarse en la vida era nuestra responsabilidad y que no por eso nos iban a dar una recompensa. Yo me ponía triste de pensar en esos bolígrafos rosas y esas hojas perfumadas que esta niña tenía. Ella era como la princesita de su casa.
Por entonces entendí que yo nunca sería una princesa, pero que todo lo que lograra en mi vida gracias a mi sacrificio aumentaría mi ego. En realidad en mi casa ya había una princesa perfecta, que era mi hermana mayor. Ella siempre ha sido la mejor para mis padres y para mis abuelos. La que habla mejor y la más educada. Aunque mi hermana gemela y yo con el tiempo logramos tener más estudios que ella, sacar matriculas de honor, hablar inglés y ser más independientes, siempre ella será la princesa de la casa por el único hecho de ser la primera.
Además siendo ya una niña sentía la diferencia generacional con mi hermana, yo la veía cerrada y sumisa. Yo en cambio era impulsiva, pasional y sin ser capaz de controlar mis instintos. Para mí los chicos y las chicas formaban parte del mismo grupo de personas, no entendía porqué tenía que comportarme diferente por ser una niña. A mi padre le gustaba que tuvieramos el pelo largo, y yo lo odiaba. Ya entonces miraba a los chicos con envidia, ellos podían llevar el pelo corto, podían dar rienda suelta a su espíritu salvaje y nadie les iba a recriminar nada. A las niñas nos educan con los muñecas (bebés), la escobita y el mocho pequeñito rosa, y la cocinita. Desde que nacemos nos meten en la cabeza que ese será nuestro destino, cuidar del bebé, limpiar la casa y hacer la comidita. Mientras los niños corren, juegan al fútbol y con los coches, y encima pueden llevar el pelo corto....
Llega un momento en el que una niña quiere una Barbie, o al menos a mi me llegó ese momento. Yo quería una Barbie, rubia, con el pelo largo y liso y con tacones. Así que mi hermana y yo la pedimos para los Reyes Magos. No sé bien si fue por falta de dinero o porque la eligió mi hermana, la segunda, pero no nos llegó la Barbie, sino la Darling.
La Darling, era una imitación de Barbie, muy guapa la verdad, no era de esas de plástico fino, sino que era perfecta y resistente. El único problema es que tenía el pelo corto y rizado, y lo peor es que tenía los pies planos :((((. Nosotras teníamos mucha imaginación y nos gustaba buscar soluciones, así que con la plancha de la ropa le planchamos el pelo y se le quedo liso, incluso ya no era tan corto! Ahora que lo pienso con el pelo rizado iba mucho más guapa, pero yo me quedé tan contenta con ese pelo frito planchado. Con los pies no pudimos hacer nada!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Te estaba leyendo y me parecía que hablabas de mi vida. Yo también crecí a la sombra de una hermana perfecta. Sin embargo, yo tenía tres hermanos y jugaba con toda clase de cosas, y así lo han hecho también mis hijos. Un beso.

Ángeles dijo...

Que suerte! yo siempre he querido tener hermanos para poder entender la mentalidad masculina. Ahora que tengo tres sobrinos vivo esos momentos que echaba de menos. Saludos

Sega dijo...

Bueno, cada uno es diferente, y cada uno puede dominar cosas que el otro no. Seguro que si recuerdas bien, consigues describir cosas que tú hacias y que tu hermana no era capaz, y así descubres que la diferencia no es mejor ni peor, tan solo eso; diferencia. Besos.

Nota.- Además tu tenías una hermana igual :) y de eso pocos podemos presumir, y sabrás el juego que da.

Ángeles dijo...

jajaja, la verdad es que me siento muy afortunada por tener una hermana gemela, siempre ha sido mi mitad!
Besos