domingo, 2 de marzo de 2008

De nuevo

Vuelven esos sentimientos de impotencia, frustración y rabia. Me digo a mi misma que eso ya pasó, que ahora soy feliz, y que ya las heridas no sangran. Miro en mi cuerpo e intento encontrar cicatrices y no encuentro nada, ni siquiera esas marcas de las muñecas, que tú limpiaste con un asqueroso algodón empapado de alcohol. Recuerdo porque lo hice, esa semana me habías estampado contra la pared, alzándome desde el suelo con toda tu fuerza, y el resultado fueron nueve moratones en mis brazos. Tú me recriminabas la existencia de ellos, me decías que me los había hecho yo, y yo ni siquiera había asimilado el hecho de que estuvieran ahi. Los descubrí el día siguiente en la ducha, y alguien los vió. No sabía cómo explicarlo porque no me acordaba como había llegado mi cuerpo a aquella pared, enfrente del ascensor. Tú decías un tiempo después que ese día yo te había provocado, te había puesto nervioso, y era mi culpa que me tuvieras que agarrar porque soy muy fuerte físicamente y me había puesto como una loca. En cambio yo no lo recuerdo igual, recuerdo que estabas en el ascensor, y yo estaba en la puerta de éste escuchando tu monólogo sobre tus sentimientos. Entonces me dijiste, con tu cara de cínico, que no sabías porque estabas conmigo si yo no te aportaba nada, no sé porque siempre llegaba un límite en el que yo te contestaba, y este fue uno de esos momentos. Entonces te dije con esa actitud de insensible y casi muerta que solía tener: " yo tampoco sé porque estoy contigo, porque no me aportas nada".
Tú nunca te acuerdas, pero fue en ese momento en el que me agarraste. Unos días después no quería reconocer que había comido con unas personas que a ti no te gustaban. Simplemente te lo ocultaba porque si te lo decía te ibas a pasar horas y horas insultándoles y me castigarías tarde o temprano. Te pedí perdón y lloré, pero tú no me escuchabas. Me fuí contigo, cuando salí del aseo ya no estabas, fue esa persona que ya no está en tu vida, quien me dijo que te habías ido. Fuí a tu casa, sólo querías pelea, gritabas, cogiste mis fotos y los regalos que te había hecho y los rompiste. Te dije que ya no te quería volver a ver más en mi vida y me fuí corriendo. Después de eso ya no querías aliviarme, pero volviste a aceptarme en tu vida. Me regalaste una pulsera y un anillo, y yo me sentía una desagradecida. Salímos el sábado por la noche, y no sé como al final terminamos como siempre, me querías quitar la pulsera, y me arañaste la mano. Me dejaste sola y te seguí, empezó tu tortura psicológica, entré al aseo y me corté con tu cuchilla, sólo quería que te callaras, pero tú sólo querías hacerme más daño.
Al día siguiente tenía una boda, me tapé tus moratones, pero dejaron de ser un secreto, aunque según tú nunca existieron.... para tí es fácil olvidarlos, pero esos no fueron los únicos.

No hay comentarios: