jueves, 20 de marzo de 2008

Recuerdos

Desde que tenía alrededor de los ocho años hasta que mi padre murió me convertí en su consciencia. Mi madre me mandaba a que fuera al bar a por él, ella decía que yo era la única persona que le haría ir a casa. Yo iba al bar, él estaba allí con sus amigos bebiendo algo, observaba su comportamiento, adoraba su sonrisa de caballero, miraba lo que bebía, se despedía de aquellos tipejos y nos ibamos a casa. Yo ya odiaba a todos esos que bebían con él y miraba con desprecio a las mujeres que iban al bar. Para mí esas mujeres eran mujeres perdidas, sin valores, mujeres que estaban allí con los hombres que no querían ir a sus casas donde las responsabilidades familiares les esperaban. Recuerdo en particular una mujer que fumaba. Yo no lograba entender cómo esa mujer tonteaba con mi padre delante de mí. Mi padre era un seductor, le gustaba gustar, y no le culpo por ello, pero no entendía cómo dejaba desplegar sus encantos delante de mí, una niña de ocho años en un bar lleno de humo y de alcohólicos y alcohólicas. Yo por entonces iba a la iglesia, era inocente, quería creer en dios y todas esas tonterias que te enseñan en misa. Mi moralidad era muy alta, aunque era una niña yo entendía el mundo del amor y la família, lo que estaba bien y lo que estaba mal. Años después odié a mi madre por hacerme pasar por aquello, por tirarme a la cara la responsabilida de una mujer, por tener que comportarme como una adulta cuando sólo era una niña.
Mi padre tenía problemas de circulación. Le salían erupciones en las piernas probablemente por el alcohol. Yo le daba masajes para que sus piernas se deshincharan. Tengo tres hermanas, pero mi madre siempre me elegía a mi para que ayudara a mi padre. Él decía que yo tenía gracia, que yo podía curarle. Esto me perseguía siempre, porque no sólo lo decía él, también lo decía mi abuela. Decían que podía curarles el dolor de barriga. Entonces yo sentía que tenía magia, pero a la vez me caía toda la responsabilidad de sus males.
En mi casa siempre salía el tema de la muerte. Cuando mis padres discutían y se decían de todo, yo me metía en el medio e intentaba que se calmaran. Entonces mi madre le culpaba por beber, le decía que al final se iba a morir. Siempre se creaba un drama. Me acostumbré a vivir mi vida rodeada de drama. Para mi era normal esas peleas, los desmayos de mi madre, los gritos, los insultos. No tapaban nada, lo hacían delante de mi, pero para mi ya era normal.
Mi padre solía decir que tenía dos corazones y que por eso no se moriría. Yo quería aferrarme a lo que él decía por eso el día que se murió no lo asimilé, incluso cuando ví su cuerpo sin vida yo le ví respirar.

4 comentarios:

Sega dijo...

Siento mucho la pérdida de tu padre. Estoy convencido de que te quiso mucho, a pesar de que echaste de menos ese abrazo que cuentas en el post anterior. A veces, el ser humano se comporta de forma estúpida, y aún queriendo a sus seres queridos jamás se lo dice, y lo que es peor, espera a que algo trágico vaya a pasar, para recordarlo. Pienso que esto nos da una lección de vida. Deberíamos decir más lo que sentimos por los nuestros, dar más abrazos y más besos. Seguro llenaremos y nos llenará.

Besos.

Ángeles dijo...

Hola Sega! Gracias por tus palabras. La verdad es que es como dices, yo era una niña cuando pasó, pero desde entonces tengo la muerte presente, por eso no me gusta pelearme, no me gusta terminar mal con la gente, me gusta ir a dormir pensando que todo está en calma y que la gente que me rodea sabe que les quiero.
Besitos

Anónimo dijo...

Has tenido unas experiencias terribles para una niña tan pequeña. Sin embargo, sólo quería decirte que me da pena que pienses que lo de la iglesia son sólo tonterías. A mí me ha ayudado mucho en los momentos difíciles. Un beso.

Ángeles dijo...

Hola Susana, gracias por pasarte por aquí. Me alegro que la iglesia te haya ayudado mucho. Quizás no tenía que haberme expresado asi por respeto a los creyentes. En realidad tengo muchos valores gracias al catolicismo.
Besitos